11/3/15

Cuánto cuesta ponerle el punto final a una historia


La literatura universal está llena de obras maestras que los lectores consideran perfectas, pero sus autores nunca dan por terminadas; casos que ilustran la máxima.




En el célebre arranque de su novela El final del romance, Graham Greene escribió: "Una historia no tiene ni principio ni final: uno escoge arbitrariamente el momento de la experiencia desde el que mira adelante o hacia atrás". Tal vez los novelistas puedan elegir el momento narrativo desde el que comienzan su relato, incluso aquel con el que lo acaban. Pero otra cosa muy diferente es cuándo terminan de escribir una obra, porque muchos autores sienten que no lo hacen nunca. "Borges decía que el concepto de «obra definitiva» es sólo fruto de la teología o del cansancio", recuerda Alberto Manguel, autor de Una historia de la lectura y lector del autor argentino cuando perdió la vista.

La relación de los escritores con sus obras es tan intensa como la relación con sus propias vidas: algunos prefieren no mirar atrás, otros no paran de hacerlo, algunos son perfeccionistas hasta el infinito, otros prefieren que las obras se queden como están. La mayoría de los autores, lo confiesen o no, no puede evitar observar por la cerradura su vida y, por lo tanto, de su escritura. Desde Marguerite Yourcenar hasta Juan Ramón Jiménez, Milan Kundera, Ludwig Wittgenstein, que rechazó las tesis de la obra que lo convirtió en un autor mundialmente famoso, El Tractacus lógico-philosophicus, o Kafka, que pidió la destrucción de todos sus libros, la literatura universal está llena de obras maestras, que los lectores consideran perfectas, pero cuyos autores nunca dieron por terminadas.

"La reescritura siempre ha sido para mí una norma de trabajo, un texto artístico se puede corregir interminablemente", explica el poeta y narrador José Manuel Caballero Bonald, premio Cervantes en 2012, cuyas poesías completas están reunidas en Somos el tiempo que nos queda. El novelista Juan Goytisolo, que el próximo recibirá el máximo galardón de las letras españolas, también es un inagotable corrector: "He suprimido páginas enteras de Juan sin Tierra y en otras obras no he tocado nada, más allá de alguna errata. Toco cuando encuentro que lo que escribo no se corresponde con lo que espero del libro. La obra que cuenta es la que decide el autor. El que tenga una edición antigua de Juan sin Tierra o de La saga de los Marx debe saber que existe una edición posterior. La última es la que cuenta". "En todos he cambiado cosas", confiesa, por su parte, Javier Cercas, que publicó a finales de 2014 El impostor y una reedición de El vientre de la ballena, su tercera novela, en la que introdujo notables cambios. "Le hice una auténtica liposucción, porque tenía la intuición de que la novela era celulítica y que dentro de ella había un buen libro; creo que la intuición era exacta", afirma el escritor, que antes había convertido su primera obra, el libro con cinco relatos El móvil, en una novela corta con uno de ellos. 

"Ahora estoy releyendo Soldados de Salamina porque se va a publicar en mayo una edición revisada. He corregido adjetivos, más de una frase de sintaxis pedregosa, incluso algún anacronismo. Los poemas no se acaban, decía Valéry, sólo se abandonan; con los libros pasa lo mismo."

Los ejemplos son infinitos. La narradora Marta Sanz reescribió su novela La lección de anatomía, publicada en 2008 y reeditada en 2014. "No sentí que traicionase a los lectores de la primera versión, al contrario, estoy muy agradecida de que me dieran la oportunidad de reescribir mi libro", explica. "Si el autor tiene sentido de la autocrítica, tiende a mejorar las cosas. Desengrasé el estilo. Es en realidad un libro nuevo porque incluí dos capítulos y parcelé de otra forma toda la narrativa. El bueno es el último porque reflejamos lo que aprendemos."

También están los escritores que, una vez terminado el libro, cuando éste ha empezado su vida propia, se dan cuenta de que existen historias que, como ramas, surgen de sus páginas. El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince -con su libro La Oculta de próxima aparición- explica cómo surgió una nueva obra de su novela más célebre, El olvido que seremos. Sin embargo, Abad Faciolince no es partidario de volver sobre lo escrito. "Creo que un libro es una especie de espejo de lo que uno era en el momento que lo escribió. Como uno deja de ser el que era, ya hay muchas cosas de los viejos libros que te suenan extrañas, ajenas, incluso malas, entonces uno tiene la tentación luciferina de cambiarlas. Pero al cambiarlas, el libro se vuelve un híbrido que ya no funciona, pues el escritor de hoy es distinto al de hace 20 años, y los libros corregidos por el mismo autor quedan raros, como si hubieran sido escritos a dos manos", explica.

http://www.lanacion.com.ar/1775051-cuanto-cuesta-ponerle-el-punto-final-a-una-historia

No hay comentarios: