por Lina Caffarello - Argentina
Emprendedora, brillante y
discutida, Safo ha llegado hasta nuestro siglo para señalar un claro precedente
de la participación de la mujer en los comienzos de la creación poética.
El nacimiento de
Safo se sitúa entre los siglos VII y VI a.C. en Mitilene, ciudad de la isla de Lesbos. Como todos los poetas de esa isla, escribió
sus versos en dialecto eólico.
En la Hélade (el antiguo mundo
griego), la mujer carecía de derechos ciudadanos y vivía recluida en su casa,
presa de la ignorancia. Se trataba de una sociedad con un concepto muy
arraigado acerca de que el amor como tal sólo se entendía entre hombres, por lo
tanto, el trato que mantenían con su mujer se limitaba al contacto imprescindible
para procrear hijos varones, que luego serían educados como futuros guerreros.
Safo, de espíritu
indomable, amante de la libertad, se enfrentó con Pitaco, el tirano que
gobernaba en Lesbos, quien no dudó en desterrarla y enviarla a Siracusa
(Sicilia).
Al volver,
Safo congregó a un grupo de jóvenes mujeres y formó una escuela cuyos cantos líricos
consagró a Afrodita, divinidad protectora del amor y de la belleza.
Apoyada por su pertenencia
a la más rancia aristocracia, Safo opuso el mundo femenino como reto a la
represión de una sociedad eminentemente machista, lo que le valió el rechazo y
la ridiculización de los críticos y sátiros de la época, que no vacilaron en
transformar su gentilicio de pertenencia geográfica, lesbiana, en otro
tipo de adjetivo.
Si bien sus textos fueron
estructurados desde la percepción femenina, Safo no asumió una actitud de
desprecio hacia el varón, sino que expuso su concepto sobre el “hombre ideal”,
que era justamente lo opuesto al ideal de hombre (brusco, hostil y combativo)
que imperaba en la antigua Grecia.
Apenas se han podido reunir
cerca de doscientos fragmentos de sus versos líricos y de epitalamios
o cantos nupciales (luego
denominados versos sáficos).
Platón, dos siglos después,
la señaló como la “décima musa”. Su obra
tuvo una influencia decisiva sobre muchos poetas griegos y otros más cercanos,
como Byron y Rilke.
Hoy Safo está considerada
como el máximo exponente de la escuela de Lesbos, conformando una de las
expresiones más sorprendentes de la Grecia preclásica.
Algunos fragmentos:
Me parece que es igual a los dioses
aquel hombre
que se sienta frente a ti
y escucha de cerca
mientras hablas dulcemente
Pues sólo para verlo es bello el bello,
en cambio el bueno enseguida será bello
Ay, dulce madre,
no puedo ya tejer esta tela,
muero de amor por un muchacho
por culpa de la grácil Afrodita
¿Con qué, novio, podría yo bien compararte?
A un sarmiento frondoso de vid te comparo
Amor me ha sacudido el alma,
como el viento desde el monte
embiste a las encinas
Se ha ocultado la luna,
las Pléyades también, está en su medio
la noche, la ocasión se va pasando,
y yo acostada, sola
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Algunos fragmentos:
Me parece que es igual a los dioses
aquel hombre
que se sienta frente a ti
y escucha de cerca
mientras hablas dulcemente
Pues sólo para verlo es bello el bello,
en cambio el bueno enseguida será bello
Ay, dulce madre,
no puedo ya tejer esta tela,
muero de amor por un muchacho
por culpa de la grácil Afrodita
¿Con qué, novio, podría yo bien compararte?
A un sarmiento frondoso de vid te comparo
Amor me ha sacudido el alma,
como el viento desde el monte
embiste a las encinas
Se ha ocultado la luna,
las Pléyades también, está en su medio
la noche, la ocasión se va pasando,
y yo acostada, sola
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Extractado de la ponencia de Lina
Caffarello -Buenos Aires, Argentina-, presentada en la
VIII Convención Internacional de Escritores en Lenguas Europeas
-Málaga, España-.