12/11/14

Octavio Paz y la dialéctica de la soledad             



BASILIO BELLIARD [mediaisla] «El laberinto de la soledad» se lee como una reflexión ontológica de la mexicanidad y, por extensión, como una pieza ejemplar en el arte de pensar, cuya extensión reflexiva se prolonga en «Postdata», de 1969.

 
Al arribar a la mitad del siglo XX, Octavio Paz publica su obra cumbre sobre el pensamiento mexicano moderno. Se trata de El laberinto de la soledad, de 1950, cuando el joven intelectual apenas tenía 34 años. Una obra seminal en su trayectoria como pensador de la historia y la cultura de México, que lo llevaría a tener un sitial ejemplar en la vida cultural de su país. Una figura polémica; devoto de la crítica, como ejercicio de libertad intelectual, Paz nació maduro, adquirió una sólida cultura como resultado de su pasión lectora, al heredar de su abuelo una biblioteca, quien también era político y escritor, igual que su padre.

La irrupción de El laberinto de la soledad en la escena intelectual mexicana dejó una huella indeleble en el mediodía del siglo pasado, frente a las vertientes metafísicas, antropológicas y psicológicas de las interpretaciones históricas acerca del ser del mexicano, de su presente y su destino. Entre la historia y el mito, aparece aquí la imaginación crítica como ejercicio del pensamiento libre, que sirvió de acicate a la modernidad en estado analítico. Como un hiato en la historia del siglo XX en América Latina, El laberinto de la soledad se lee como una reflexión ontológica de la mexicanidad y, por extensión, como una pieza ejemplar en el arte de pensar, cuya extensión reflexiva se prolonga en Postdata, de 1969 —a raíz de la matanza de Tlatelolco—, y se cierra como ciclo temático, veinticinco años después, con Vuelta al Laberinto de la soledad, en 1975, una larga entrevista concedida a Claude Fell. En su conjunto, esta secuencia manifiesta una línea de pensamiento que atraviesa el centro motriz de sus preocupaciones intelectuales por la historia de México, su devenir y su presente, que han suscitado no pocas controversias, malestares y críticas negativas, que algunos opositores a Paz consideraron —y consideran aún— como una “mentada de madre a los mexicanos” (como confiesa Paz le dijo un poeta), o que fue un libro escrito contra México. El propio Octavio Paz, en Postdata define El laberinto de la soledad así: “El laberinto de la soledad fue un ejercicio de la imaginación crítica: una visión y, simultáneamente, una revisión. Algo muy distinto a un ensayo sobre la filosofía de lo mexicano o a una búsqueda de nuestro pretendido ser. El mexicano no es una esencia sino una historia”.

Como se ve, Paz no reconoce haber escrito una obra filosófica de carácter ontológico sobre México, sino una obra resultante de la imaginación y la crítica. Elogio de la crítica y la sensibilidad histórica, con zonas líricas, El laberinto de la soledad es una alegoría a la condición del mexicano y del latinoamericano, en la que la soledad se transfigura en una metafísica vinculada al individuo y a la historia de la conquista y la colonización del Nuevo Mundo. La soledad como búsqueda de la otredad es asimismo un encuentro con la unidad del ser, en una especie de “esencial heterogeneidad del ser”, para decirlo con una frase del poeta Antonio Machado, que tanto citaba Paz. La metafísica de la soledad es así una manera de explicar la ontología del mexicano en Paz, que alcanzó su plenitud imaginaria, fantástica y mágica, en 1967, con la publicación de la novela Cien años de soledad de García Márquez, ese mago de la ficción del realismo mágico. (...)

La de Paz no es sólo la soledad del mexicano, sino la soledad del ser humano: es la soledad del nacimiento y de la muerte, entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos. El sentimiento de soledad que siente Paz es la expresión de una percepción natural, que nace con el individuo, y que trasciende la niñez y la adultez, a través del juego o del trabajo, conceptos que desarrollarían Roger Caillois en Los juegos y los hombres, y Johan Huizinga en Homo ludens, desde el punto vista de la antropología cultural. Para este pensador holandés, incluso, el juego es anterior a la cultura misma. Esa visión de la soledad en Paz tiene un componente asociado a una nostalgia por el pasado infantil, entre el mundo natural y el mundo social. El sentimiento de soledad es así una condición constitutiva del ser humano, en la acepción paciana. Siempre estamos solos. Nacemos solos y así moriremos, y este dilema existencial genera en el ser humano un sentimiento de orfandad, nostalgia, desarraigo y aun angustia, que lo arroja a un sentimiento de inferioridad. En tal sentido, Paz apunta: “Pero más vasta y profunda que el sentimiento de inferioridad, yace la soledad. Es imposible identificar ambas actitudes: sentirse solo no es sentirse inferior, sino distinto. El sentimiento de soledad, por otra parte, no es una ilusión —como a veces lo es el de inferioridad— sino la expresión de un hecho real: somos, de verdad, distintos”. De igual modo, continúa diciendo: “Nuestra soledad tiene las mismas raíces que el sentimiento religioso. Es una orfandad, una oscura conciencia de que hemos sido arrancados del Todo y una ardiente búsqueda: una fuga y un regreso, tentativa por restablecer los lazos que nos unían a la creación”. (...)

BASILIO BELLIARD (Moca, República Dominicana), poeta, ensayista y crítico literiario. Ha publicado Diario del autófago (1997), Balada del aire (2011), Soberanía de la pasión (2012) y El imperio de la intuición (2013), entre otros.
  
[mediaIsla] mediaIsla 0005 – Año XI
http://mediaisla.net/revista/2014/10/octavio-paz-y-la-dialectica-de-la-soledad/

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