15/9/14

Cien años de Bioy Casares, exquisito memorialista de nuestra literatura 

Fue Premio Cervantes, autor de ficciones fundamentales y dejó el legado de los diarios de su amistad con Borges.

 

 Por Ezequiel Martínez  - Argentina

     

       


Coincidencias del almanaque le tocaron a ABC. Contemporáneo de su gran amigo Jorge Luis Borges, maestro mayor de obras de la literatura argentina, su vida transcurrió al calor, y bajo la sombra, de esa figura enorme a pesar de haber creado él mismo una narrativa contundente con títulos imprescindibles – La invención de More l, El sueño de los héroes y Dormir al sol. Y el centenario de su nacimiento continúa inmediatamente al de otra figura emblemática de las letras nacionales, Julio Cortázar, homenajeado hasta el vértigo.

Sin embargo, en la biografía de Adolfo Bioy Casares, nacido el 15 de setiembre de 1914 en la alcurnia de una familia de estancieros, y muerto el 8 de marzo de 1999, tan luego en el Día Internacional de la Mujer, con 84 años, al cabo de una vida dedicada con énfasis desmesurado a la literatura, se amontonan más datos de los que puedan acomodarse en una enciclopedia convencional. En desorden de aparición: en 1990 le otorgaron el Cervantes, máximo premio de las letras hispanoamericanas; tuvo dos seudónimos compartidos con Borges – H. Bustos Domecq, el más famoso– bajo el que sellaron algunos magistrales cuentos policiales. De hecho, en la imagen de esta página resuena la película Invasión, dirigida por Hugo Santiago y cuyo guión escribió con Borges.

Fue un artesano del género fantástico –en su obra cuentística, con títulos como “La trama celeste” y “El lado de la sombra”–, que transitó acompañado de fantasmas, monstruos e invenciones tridimensionales con una precisión narrativa cincelada hasta la perfección; en 1940 se casó con la hermana de la enfática Victoria Ocampo, Silvina, con quien mantuvo un matrimonio a toda prueba que no desbarrancó por las persistentes infidelidades de Bioy: los unía un amor más allá de las convenciones; tuvo una hija, Marta, que murió quince días después de Silvina en un accidente de tránsito en la avenida Las Heras, y un hijo, Fabián, al que reconoció cuando ya era un adulto. Justo él, que en sus Memorias publicadas en 1994 dijo ser “el último Bioy”, sembró las ramas de un árbol genealógico que desató grandes litigios judiciales.

No es la única zancadilla que le hizo el destino. En 2006 se publicó su Borges, esa obra monumental que reúne en 1600 páginas parte de sus diarios inéditos curados por el estudioso Daniel Martino. Ese volumen reveló a Bioy como un memorialista excepcional, más allá de las adhesiones y debates que surgieron a partir de la aparición del libro. No sólo es la cartografía de una amistad, con el diálogo que comenzó en 1931 en la casa de Victoria Ocampo y se prolongó por décadas, sino también un mapa de lecturas, autores, personajes y hechos que atravesaron las inquietudes y obsesiones de Borges y Bioy con una alta dosis de ironía, mordacidad y franqueza políticamente incorrectas. Esa proximidad confesional entre ambos se resume en una frase que encabeza muchas de las entradas en sus diarios y que ya ingresó en la mitología de la literatura argentina del siglo XX: “ Come en casa Borges ”, en verdad tomada de las Conversaciones con Goethe, de J.P. Eckermann.
(...)
Quizás para eso sirvan también los centenarios: para recuperar del olvido las imágenes, dichos y textos de un argentino exquisito, dandy seductor y narrador universal.
 
Revista de Cultura Ñ - Argentina
http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/Cien-Bioy-Casares-memorialista-literatura_0_1202280200.html
http://mediaisla.net/revista/2014/08/letras-vueltas-7/

6/9/14

            
   Un minuto de palabras por Gustavo Cerati        
             
 

Nos queda su alegría, su nostalgia, su Ciudad de la furia, su Poder decir, su Adiós, su Música ligera y tantas otras creaciones que expandieron su voz por el mundo. Cerati ha partido luego de cuatro años de navegar en las inexorables aguas de un coma profundo y ningún homenaje más acertado que recordarlo en sus propias palabras que se volvieron poemas y que fueron canciones.


MÚSICA LIGERA

Ella durmió al calor de las masas 
y yo desperté queriendo soñarla 
algún tiempo atrás pensé en escribirle 
y nunca sorteé las trampas del amor 

De aquel amor de música ligera 
nada nos libra, nada más queda 

No le enviaré cenizas de rosas 
ni pienso evitar un roce secreto 

De aquel amor de música ligera 
nada nos libra, nada más queda



Con-fabulación Nº 342 - Colombia