27/1/14

La Idea del Lunes / 27 de enero de 2014


LA PIANISTA Y EL CAPITÁN DE NAVÍO

                                                                       Por Reynaldo García Blanco


Acabo de recibir una carta. Digo carta con cierta nostalgia y el cartero que no ha tenido que llamar tres veces, lo sabe. De una docena que solía traerme a la semana, ahora acaso me deja con cierto desgano y tristeza, una o dos. La misiva es del poeta y narrador Otilio Carvajal Marrero. Este fraterno amigo sigue a la usanza de los viejos tiempos. Quiere venir a Santiago de Cuba tras el rastro de la pianista, pedagoga, crítica e investigadora musical Ñola Sahig y del capitán de navío de la Armada española Domingo Montes y Regüeiferos.
Otilio Carvajal pretende unir a estos personajes de verdad en una historia ficticia que comienza en Santiago de Cuba en enero de 1863, pasando por la Academia Teresiana y el Conservatorio Raffols, y termina a bordo del yate real Giralda, anclado en el puerto de Gijón, España. Acá le tengo programas de conciertos, fotos, cartas originales y otras minucias epocales que espero le sirvan para continuar dando cuerpo a su manuscrito que ya va por unas cuantas páginas.

Ñola Sahig por sí misma merece una novela. Nació hacia 1925. Tuvo su primera presentación de carácter profesional en la Sociedad de Música de Cámara de La Habana. Corría el año 1947. Comenzó sus estudios en dos ciudades del interior del país: Ciego de Ávila y Camagüey. Con ansias de mundo llegó a La Habana y se le puede encontrar en el mítico Conservatorio Orbón. Luego sería los Estados Unidos tanto en el Curlis Institute de Filadelfia o la Julliard School of Music de Nueva York donde perfeccionó sus estudios de piano, música de cámara, armonía y composición. Dicen, los que la conocieron personalmente, que tenía un ardor mágico. Tal vez su descendencia de árabes y libaneses ayudaba a esa energía. En septiembre de 1988 fallecía esta mujer que estuvo en Santiago de Cuba por tres ocasiones y que ahora comienza a ser tema en una novela.

Cuando en 1914 moría Domingo Montes y Regüeiferos, su entierro fue presidido por el rey don Alfonso XIII. Un santiaguero que a la par de una novela merece una biografía. Ayudante personal del príncipe de Mónaco. Estudió la carrera militar y pasó buena parte de su vida en el mar. Así lo testifican sus cartas y mensajes fechados en Santander, Islas Filipinas, Cádiz, Port-Saidz, Ismalia, Suez, Adem, Punta de Gales, Singapur, Manila. Sitios donde hizo escala, tuvo amores, besó y volvió a tomar el barco, como en el poema de Pablo Neruda. Se cuenta que al comenzar el bloqueo a Cuba por la Armada americana, Montes y Regüeiferos combatió contra el torpedero Winston. A propósito de ese combate ganó la placa de 1ra. Clase de la orden de María Cristina. Casado con doña María del Carmen Castañeda, este santiaguero olvidado, al morir dejaba dos hijos y en su pecho once condecoraciones donde no faltaba la de Legión de Honor.
Otilio Carvajal Marrero también es una novela. Por un buen tiempo vivió en un estadio de béisbol. En Caracas fue confundido con un malandro que el día anterior había asaltado un supermercado. Tres días después, el malandro de marras lo sacó bajo fianza de la penitenciaría municipal. Este trotamundos nació en Chambas, Ciego de Ávila el 13 de agosto de 1968. Ya decía que es Poeta, dramaturgo y narrador, ha obtenido varios premios nacionales y provinciales, tanto en teatro como en poesía. Ha publicado los poemarios, Thanks givins day (Premio América Bovia) en ediciones Vigía, 1998; y El libro del profanador (Premio de la Ciudad de Santa Clara, 1999) editado por Editorial Capiro; Oda al pan, Los navíos se alejan, Prohibido soñar en esta casa, entre otros que atesoro como joyas en mi biblioteca personal.

Ñola Sahig y Domingo Montes y Regüeiferos no coincidieron en espacio y tiempo. Pero vivieron, respiraron y sintieron geografías similares. En mis manos programas de conciertos, unas fotos tomadas en Bulgaria, dos cartas manuscritas fechadas a bordo del crucero Alfonso XIII y otras menudencias marcadas por el tiempo, los viajes y la permanencia.

Otilio Carvajal se sumerge en la historia y comienza a dar vida a una pianista llamada Ñola Sahig y a un capitán de navío que respondía al nombre de Domingo Montes y Regüeiferos. Dios le guarde en esta aventura.

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20/1/14

La Idea del Lunes / 20 de enero de 2014

El ASESINATO DEL SIRIO NICOLÁS DAMIÁN

                                                                                          Por Reynaldo García Blanco

¿Qué sucedía en Santiago de Cuba un día como hoy hace cien años? Hay que recurrir a los cronistas locales, un oficio que sospecho se ha perdido para siempre.

El irreverente, sustancial y amigo poeta Oscar Cruz tuvo a bien en regalarme hace unos días un ejemplar de Crónicas de Santiago de Cuba (II), del periodista e historiador Carlos E. Forment Rovira. Este volúmen estuvo inédito hasta que en el 2006 salió a la luz por Ediciones Alqueza, de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba. Forment dividió sus crónicas en dos tomos. El primero de ellos abarcó desde 1902 hasta 1911 y se publicó hacia 1953. El segundo tomo, éste que tengo en mis manos, incluye lo acontecido entre 1912 y 1920. 

Por pura curiosidad, este lunes levemente nublado, tomando té verde de Ceilán traido de Italia, por la historiadora de arte Carmen Lorenzetti y con música de José Aquiles de fondo, me asomo a lo que pasó por estos lares el martes 20 de enero de 1914, es decir, hace cien años.

Ese día comienza con una nota mortuoria. Fallece la Sra. Teófila Garcés, esposa del coronel Alfredo Lora, presidente del Consejo Provincial.

Otro suceso que marcó a los santiagueros un día como hoy hace un centenar de años fue el esclarecimiento del crimen cometido en la persona del Sr. Nicolás Damián, honrado comerciante, natural de Siria. Tema interesante para una novela de Leonardo Padura. El autor resultó ser el campesino Nicolás Revilla aunque había establecido acusación en contra de su enemigo Nicolás Silva, alias El Ñato. Forment nos hace saber que el descubrimiento de este crimen se debió al abogado, licenciado Gonzalez Manet y al capitán de la Guardia Rural Arsenio Ortíz quienes atendiendo a varias confidencias y acompañados ambos por un juez, un fiscal, dos médicos forenses y un grupo de comerciantes sirios, paisanos de la víctima, partieron a través del monte firme y por caminos accidentados y peligrosos, llegaron hasta la finca Santa Bárbara, propiedad del Sr. Revilla, donde en la falda de una montaña advirtieron un pie enterrado, cuyo zapato estaba a flor de tierra, por lo que excavaron el lugar y descubrieron el cadáver en estado de putrefacción.

Así lo ha contado Carlos E. Forment Rovira. Agrega además que la sociedad santiaguera aplaudió el feliz éxito del empeño en que se distinguió el celo del entonces capitán Arsenio Ortíz quien años después fuera el tema de los cintillos de primera plana de todos los periódicos cubanos por su sangrienta actuación en el gobierno del presidente Gerardo Machado.

¿Fue un crimen pasional? ¿Un crimen político? Tal vez sea el tema para una novela de Leonardo Padura. Novela que bien pudiera titularse El asesinato del sirio Nicolás Damián

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16/1/14


Un minuto de palabras por Juan Gelman



El poeta, traductor y periodista argentino Juan Gelman (1930-2014), quien padeció la tragedia de un hijo desaparecido por la dictadura y la búsqueda durante dos décadas de su nieta nacida en cautiverio, dueño de una voz poética con resonancias vitales, falleció el pasado 14 de enero en la Ciudad de México. A continuación uno de sus poemas tomado del libro Violín y otras cuestiones.   


         EPITAFIO

         Un pájaro vivía en mí.
         Una flor viajaba en mi sangre.
         Mi corazón era un violín.
         Quise o no quise. Pero a veces
         me quisieron. También a mí
         me alegraban: la primavera,
         las manos juntas, lo feliz.
         ¡Digo que el hombre debe serlo!
         (Aquí yace un pájaro.
                                             Una flor.
                                                             Un violín.)

   

- Con-fabulación Nº 310 - Colombia
DIRECTOR: Gonzalo Márquez Cristo. EDITORES: Amparo Osorio, Iván Beltrán Castillo. COMITÉ EDITORIALFabio Jurado Valencia, Carlos Fajardo. CONFABULADORES: Óscar Collazos, José Chalarca, Marcos Fabián Herrera, Maldoror, Sergio Trujillo Béjar, Fabio Martínez, Fernando Maldonado, Gabriel Arturo Castro, Guillermo Bustamante Zamudio. EN EL EXTERIOR: Alfredo Fressia (Brasil); Antonio Correa, Iván Oñate (Ecuador); Rodolfo Häsler (España); Marco Antonio Campos, José Ángel Leyva (México); Luis Alejandro Contreras, Benito Mieses, Adalber Salas (Venezuela); Renato Sandoval (Perú); Efer Arocha, Jorge Torres, Jorge Najar (Francia); Marta L. Canfield, Gabriel Impaglione (Italia); Luis Bravo (Uruguay); Armando Rodríguez Ballesteros, Osvaldo Sauma (Costa Rica).

13/1/14

La Idea del Lunes / 13 de enero de 2014


ORDENAR UNA BIBLIOTECA CANSA

                                                                               por Reynaldo García Blanco

Hay un poema del italiano Cesare Pavese que suelo leer de vez en vez titulado Trabajar cansa. Hoy me gustaría glosar y decir: Ordenar una biblioteca personal cansa. El pasado fin de semana me pasé unas horas para adentrarme en ese maremoto que es mi biblioteca personal. En ese caos ordenado, como me gusta llamarlo, hay de todo. Libros que me han acompañado desde mi adolescencia, libros que he comprado a precios prohibitivos o irrisorios, libros que me han enviado allende los mares. Nada. Libros que tiempo y bondad no han permitido borrar de mi memoria.
Los científicos han determinado más de una treintena de  “bichitos” que son capaces de devorar un libro en cuestión de nada. Tal vez esa noticia sea una sorpresa para usted que solamente  conoce a la clásica polilla.
Otros enemigos del libro lo son el polvo y la humedad. Los más avezados en esto de la curaduría de las catedrales de papel recomiendan hojearlo de cuando en cuando aunque no sea para leerlos. Resulta que necesitan aire para respirar y que el viento de la mañana o de las tardes de verano los alcance y por un instante recuerden que son libros y que necesitan del cálido contacto humano.
En otras ocasiones he hablado del olor de los libros. De niño me gustaba en las bibliotecas y librerías de lance. Allí el olor sigue siendo una rara mezcla de misterio y admiración donde también se une el fatigoso polvo de los libros con el perfume de las biblotecarias o los clientes.
En mi biblioteca tengo un aparte para esos libros que con los años me han dedicado de puño y letra, algo que resulta una verdadera joya en el campo de lo afectivo. Guardo con mucho amor casi todos los libros publicados por el caro amigo Ronel Gonzáles Sánches o Lina Caffarello, que con puntualidad inglesa me hacen llegar cuando publican algo. Guardo con sumo celo un poemario de la ya desaparecida escritora para niños Exilia Saldaña. Desde el extremo derecho de uno de los estantes me observa una antología de Ernesto Cardenal firmado con prisa y desgano. Este sagrado lugar de mi biblioteca también tiene libros de mis compañeros de generación: Sonia Díaz Corrales, León Estrada, Teresa Melo, Carlos Alfonso, Alberto Rodríguez Tosca, los inefables Caridad Atencio Mendoza y Rito Ramón Aroche. Otros, muchos otros que en candorosas y sinceras dedicatorias han dejado señales de afecto y razón.
Tomar un fin de semana para ordenar una biblioteca personal es un ejercicio espiritual, físico y psicológico que se une a la gracia de darle a los libros un acto de vida.
Yo te invito a que descubras ese libro que una vez te regalaron en febrero, ese libro que un día de angustia te dio algo parecido a la felicidad o simplemente poner en orden esa catedral de palabras que hace posible afirmar que los libros forman parte del estado natural del hombre. Eso sí. Sin olvidar que ordenar una biblioteca cansa.

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6/1/14

La Idea del Lunes / 6 de enero de 2014


Salinger que estás en los cielos

                                                                               por Reynaldo García Blanco

J.D.Salinger  (1919-2010)
A finales de los ochenta del siglo pasado, en cualquier librería de Cuba, se podía comprar por ochenta y cinco centavos un Salinger. Recuerdo las tardes de un mes de abril, que no era tan cruel, en la mítica cafetería La Ranchuelera, de Sancti Spíritus donde me sentaba a leer El guardián en el trigal.

Hay libros que son como una enfermedad contagiosa. Comienzan por una fiebre y terminan por dejarnos una lontananza que nos invita a quedarnos en la cama por unas vacaciones parecidas a la eternidad.


El pasado primero de enero hubiera cumplido 95 años de edad. No es lo mismo llamarse Jerome David Salinger  que J. D. Salinger. A veces me he detenido en pensar en los diferentes matices que pudiera haber entre El guardián en el centeno  y El guardián en el trigal. Tal vez estoy a tiempo de averiguar por los verdaderos culpables de que en Cuba tuviéramos el asombro de asomarnos a esa prodigiosa novela o a sus Nueve cuentos, donde Un día magnífico para el pez  plátano nos sigue persiguiendo con amor y escualidez a los furibundos lectores de finales de los ochenta del siglo pasado.

Holden Caulfield, adolescente insurrecto de sí mismo,  novato frente a la cotidianidad aplastante de la vida no es más que la radiografía de un mundo de las mentes ágiles y poderosas de hombres perturbados y la capacidad redentora que los niños pueden esgrimir frente a las duras circunstancias de la vida.

Siempre quisimos tener una foto, una entrevista a Salinger. Nos quedamos con los deseos: "Los sentimientos de anonimato y oscuridad de un escritor constituyen la segunda propiedad más valiosa que le es concedida", declaró en cierta ocasión.

En vano he recorrido el país por sus librerías en busca de El Guardián en el trigal; Nueve cuentos; Franny y Zooey; Levantad, carpinteros, la viga del techo o  Seymour: una introducción. Los pocos que quedaban en bibliotecas se los robaron o se esconden como hizo su autor por decenas de años.

Tal parece que la familia Glass ha encontrado su acomodo en este mundo y que su progenitor Jerome David Salinger más conocido como J. D. Salinger se refugia en el mes de enero que lo vio nacer hace noventa y cinco años y que lo vio morir en el año de gracia de 2010.

Salinger que estás en los cielos, acuérdate de nosotros, tus lectores de los ochenta, que todavía estamos en la tierra.

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