18/12/13

Buenos Aires: “Será por eso que la quiero tanto”


     A continuación, un fragmento de una de las crónicas que conforman el libro  

LA CIUDAD DEL POETA, del escritor Carlos Fajardo Fajardo,
recientemente aparecido en la
Colección Los Conjurados, 
ya disponible en las más importantes librerías del país (Colombia) 
y en la vitrina mundial de Amazon.com.

Por Carlos Fajardo Fajardo

Asalta la mirada aquella Buenos Aires con sus barrios viejos y seductoras callecitas, con su gran río de tantas extranjerías y llegadas, testigo de músicas, nostalgias, melancolías.
La primera vez que la visité, sentí la ciudad envuelta en un verano interminable. La vi llena de infinitos papeles arrojados desde altas edificaciones. Alguien dijo: “Hoy es 30 de diciembre”, y explicó el suceso: “Cada oficina lanza desde las ventanas documentos burocráticos, los aburridos memorandos de todo un año”. Era diciembre. En un viejo hotel de la calle Juan Domingo Perón, mi mujer y yo sentimos bajo el sopor de esos días la magia de la extraña y bella Buenos Aires. Ahí estaba con sus leyendas, una y otra vez leídas o escuchadas, sobre sus audaces poetas y cantores de arrabal, de viajeros, exilios y destierros.
Es tan difícil descifrarte Buenos Aires; tan injusto definir tus múltiples olores en frase alguna. Sin embargo, allí están tus barrios: La Boca, San Telmo, El Abasto, Palermo, Belgrano, ambiguos y únicos, con calles que cargan todo tu origen. Todavía se escuchan las voces del recién llegado de ultramar, sus lentos y melancólicos pasos por el empedrado. Aún se oyen los recuerdos de viejos marineros, de mujeres hermosas llegadas de lejanas comarcas. En los míticos lugares del tango y la milonga, en tus arrabales y conventillos, viven legendarios cantores, músicas de tristes patrias, tonadas de ausentes, presencia de un amor en la memoria.
Desde el malecón observo oxidados buques, encallados en un antiguo puerto. ¿De qué soñados y dolorosos países llegaron con su carga de música, sabores y paisajes? Muchos descendieron para vivir, amar y enterrar aquí sus huesos. Su imagen palpita todavía en esta nativa y extranjera provincia, calidoscopio de trágica belleza.
Tan extraña y misteriosa eres Buenos Aires. Así te llamó Manuel Mujica Laínez al descifrar tu secreta historia. Sensual e ingrávida como una danza de tango; real y violenta como tu duro pasado. Y ahora estás ante mis ojos, mirándome en los ojos de todos, paseando conmigo por San Juan y Boedo, por todo el cielo, contorneándote como una muchacha, terrible y seductora igual a un ángel de pie.
Entonces, recuerdo unos versos: No nos une el amor sino el espanto; será por eso que la quiero tanto. Son del viejo Borges, el iluminado. He pronunciado en voz alta el poema de este lúcido ciego, y me he detenido en una esquina de la Calle Corrientes, la misma por la cual Alejandra Pizarnik deambulaba solitaria, padeciendo estos lugares del centro, diciéndose: Es que ¡Oh señor! Yo no soy una muchacha: soy un muestrario de los pecados capitales; repitiéndose una y otra vez, indudablemente el mundo externo es una amenaza, cuando buscaba aquella poesía que dijera lo indecible, un silencio, una página en blanco. (...) Sabías que demasiada angustia hace que las palabras se suiciden. (...) Tú, la siempre rebelde, entendías que la rebelión consiste en mirar una rosa/ hasta pulverizarse los ojos. (...)
Ahora las lilas colorean vientos y todavía hay mucho abismo como el que abarcaste, mucha pesadilla en la luz, sombras muertas petrificadas en los muros. (...)
Con ella me voy por los rinconcitos y los bares ocultos, dejándome guiar por Diego Molinas, un joven amigo porteño que cuenta otras historias de dolor, de torturas y asesinatos. De repente una placa nos recuerda al chico y a la chica desaparecidos en esta esquina por la nefasta dictadura de los militares. (...)
He aquí tu ambigua figura Buenos Aires, dolorosa y fugaz, trágica y hermosa, con esa cicatriz que aún te desangra.
       Dejarse ir por esos rinconcitos del “qué sé yo”, de seducción y peligro. Dejarse ir sin queja alguna y decirte: Buenos Aires, eres nostálgica como una zamba, como un tango, una milonga; así te vivimos desde el primer día; así te sigo cantando cuando te abrazo y poseo.

- Con-fabulación Nº 306 - Colombia
- E-mail: confabulacion33@gmail.com
 

16/11/13


Academia Iberoamericana de Poesía 


Séptima Exhibición Internacional de Poemas Póster de 
Poetas Iberoamericanos Contemporáneos, 2013
organizado por el Capítulo Fredericton de la A.I.P. ,
New Brunswick, Canadá
-Noviembre 22, 2013, St. Thomas University /
Noviembre 30, 2013, Biblioteca Pública de Fredericton
-


Poetas seleccionados (detallados por país):

Ambroggio, Luis Alberto.  Argentina–EEUU.  Cartas de Diosdemaría” ~
Berbari, Cristina
. 
Buenos Aires, Argentina.  Dos en el hilo de un barrilete en llamas” ~
Caffarello, Lina
. 
Buenos Aires, Argentina.  Ophir” ~
Demaría, Norma Beatriz.  E. Castex-La Pampa, Argentina.  Pentagrama en temblor” ~
Dietrich, Eugenia.  Argentina–Canadá.  El repaso” ~
Drube Laumann, Teresa Del Valle.  Tucumán, Argentina.  Nostalgias” ~
Fradkin, Carlos.  Paraná-Entre Ríos, Argentina.  Escritores y cronopios” ~
Mures, María José. Córdoba, Argentina.  Me miras, te miro” ~
Novelli, Aldo Luis.  Neuquén-Patagonia–Argentina.  business are Business” ~
Oroño, Patricia Del Carmen
. 
Argentina.  Cuelgo el corazón”  ~
Revagliatti, Rolando
Buenos Aires, Argentina. “No puedo sacarme al idiota de la cabeza” ~
Río, Nela
Argentina-Canadá.  Elba, la viajera” ~
Rotonda, Marta
. 
Buenos Aires, Argentina.  Hay sol” ~
Vidale de Esteves, Lidia
.
Mar del Pl
ata, Argentina.  Dime”~
Zabaleta, Marta
.
 
Argentina–Chile–Inglaterra.  Renacer del Che Guevara” ~

Abreu, Iara.  Belo Horizonte-Minas Gerais, Brasil. “Artista, Angela Togeiro” ~
Diniz, Ânia.  Belo Horizonte, Brazil. Feito Flor” ~

Blades, Joe.  Fredericton-N.B., Canadá. ¿Dónde en este mundo de vanas ilusiones?” ~
Etcheverry Arcaya, Jorge.  Ottawa-Ontario, Canadá. Pulsiones” ~
Noriega, Teobaldo A.   London-Ontario, Canadá.  Balcón” ~

Altamirano Delgado de González, Elizabeth Chilena-peruana, Domingo” ~

Estrada Estrada, Berta Lucía.  Colombia – Francia. Petra” ~
Guerrero Collazos, Adela.  Santiago de Cali, Colombia. Ser vallecaucano” ~
Gutiérrez Riveros, Lilia Bogotá, Colombia. Las manos” ~
Muñoz de Escobar, Blanca Helena.  Cali, Colombia. Libertad” ~

Vanégas Coveña, SaraCuenca, Ecuador. Retorno” ~
Henriksen, Zheyla.  Ecuador–EEUU. Dices que no te quiero” ~

Torres-Recinos, Julio El Salvador-Saskatoon, Canada. “Un planeta generoso” ~

Cavero, Soledad.  Madrid, España. Los sueños” ~
Iglesias De La Torre, Pilar.  Valladolid, España. La caníbal voracidad de lo inasible” ~
Juliá Tolrá, Ana Mª.  Oviedo-Asturias, España. “Pasos otoñales” ~
Mañoso Flores, José.  Figueres, España. Saturniano evolutivo” ~
Olmos Serrano, Moises.  Fuentepelayo-Segovia, España. Los sueños en mi vida” ~
Reyes, Angela.  Madrid, España. La vida puede ser azul, o malva” ~
Ruiz De Torres, Juan.  Madrid, España. El autobús” ~
Torres Lago, Joaquín.  Madrid, España. Murmullo” ~

Caseiro, María Eugenia.  Miami, Estados Unidos. Conversación frente al espejo” ~
Zavala Galván, Alicia.  San Antonio-Texas, Estados Unidos. Infinito” ~

Emaldi Rossana.  Ravenna, Italia. Desierto dorado de ámbar” ~
Errani Emaldi, Elisabetta Alfonsine - Ravenna, Italia. El universo de un poeta” ~
Impaglione, Gabriel.  Lanusei-Sardegna, Italia. Desnudar el grito” ~

Guerrero Martínez, Magdalena.  Miacatlán-Morelos, México. Identidad” ~

Joffré, Sara.  Miraflores-Lima, Perú. Más peligrosos que el silencio” ~
Rojas Benavente, Lady.  Perú-Canadá. Yo amo Amos” ~

Weinberger Pazos, Marina.  Montevideo, Uruguay. Ay! Si pudiera decirte” ~


Esta actividad podrá visitarse en breve, en su sitio del 
Registro Creativo de la Asociación Canadiense de Hispanistas.

31/10/13

La Idea del Lunes


¿Para qué sirve la poesía?
  
                                                                                      por Reynaldo García Blanco

¿Para qué sirve la poesía? En tiempos de saberlo todo, o casi todo, esta pregunta resulta algo incoherente.
El poeta, visto como un sacerdote, ha tenido la visión de escudriñar el pasado, el presente y viaja al futuro para regresar con las manos vacías, pero temblorosas por lo que ha visto.


Se abre un libro de historia y allí está el David de la Biblia que con el arpa en la mano apacigua a Saúl alarmado por un espíritu del mal. Volvemos sobre otras páginas y asistimos al acto milagroso en que Orfeo hechiza a rocas, árboles y animales.
En este ruedo se dan la mano los filí irlandeses, los poetas que trajinan frente a la tienda del tabernáculo que llevan a los guerreros al fragor de la batalla y la victoria. San Francisco de Asís predicando a las bestias y a los pájaros, Sadkó y su arpa de hueso de tigre, y Väinämöinen el poeta y chamán que compone runas de conjuro. Todos ellos, en la gran rueda de la hermandad y la luz.
Con palos de ciego avanzan por la historia de la humanidad Tiresias, Tamiris, el bardo tracio Demódoco, Homero. Al final del camino los espera Jorge Luis Borges que dibuja un laberinto.
Si Dios fue el creador del mundo, son los poetas de ayer, de hoy y de mañana los encargados de reinventarlo.
Ogma es el inventor de la escritura. El pecado mayor y perdonable de Píndaro es la sabiduría. Korkut el turco es protector de soberanos. Odín protege a los poetas y es el Dios de la sabiduría. Salomón y su Cantar de los cantares cierran todas las evidencias.


El poeta Gabriel Celaya (1910-1991) nos dice en ese magnífico poema titulado "La poesía es un arma cargada de futuro": Poesía para el pobre, poesía necesaria / como el pan de cada día, / como el aire que exigimos trece veces por minuto, / para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

 
Como en los cuadros italianos que se pueden ver en los museos, la poesía se personifica en la imagen de una dama con vestimenta celeste adornada de estrellas. La cabeza tiene alas. Una rama de laurel, un arpa y un cisne completan la imagen.
Vuelve Gabriel Celaya a decirnos: Cuando ya nada se espera personalmente / exaltante, / mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia, / fieramente existiendo. Ciegamente afirmando, / como un pulso que golpea las tinieblas.
Chamán, poeta, demiurgo, bardo, vate, rimador, rapsoda, escaldo, felibre, aedo, trovador, lírico, juglar, cantor, coplero, versificador, Virgilio. Nombres que como simulacros se han instalado en la historia para un intento de definición.
El poeta modera, matiza, niega, contradice. En su máquina de hacer poemas avanza contra todas las fortificaciones.
Para entonces se ha comenzado a responder acerca de la verdadera función del poeta y de la poesía.


- Boletín IDEAS, II época, Número 56, Santiago de Cuba, Cuba.
- E-mail: regabla@cultstgo.cult.cu

30/9/13

Como Andy Warhol

por Lina Caffarello  *
de FUEGOS EN FUGA - 2013
Buenos Aires, Argentina


Estatua de Andy Warhol en Eslovakia
Yo, como Andy Warhol,
me río de estólidos fetiches
y sufro la urgencia de aprisionar fantasmas
en la repetición seriada hasta el hastío.

Los truenos estallan en mis ojos,
me persiguen los aullidos de la mente,
y debo enmascararlos de setecientas formas
bajo colores que estrujo con dolor.

Ése es mi secreto.
Por eso me pinto el pelo de amarillo
y me revuelco entre parodias e ironías.

Muchos elogian mis triunfos.
Los locos me aclaman dios de la vanguardia.
Sólo alguien sabe

de esta revancha triste que le tomo a mi niñez.


* Ensayista, poeta, pianista y fotógrafa artística de Buenos Aires, Argentina.

10/8/13

logotipo
ALHUCEMA
REVISTA INTERNACIONAL
DE TEATRO Y LITERATURA


Nº 29  JULIO a DICIEMBRE DE 2013
Cuarta época

Fundada en 1999, viene saliendo de forma ininterrumpida desde entonces.
Depósito Legal: GR-1641-98
ISSN: 1139-9139

e-mail: alhucemaletras@gmail.com
 Dirección WEB:
www.revistaalhucema.com

 DIRECCIÓN POSTAL:
Medios de Comunicación
Albolote; Revista Alhucema,
C/ Ramón y Cajal, s/n
18220 ALBOLOTE - GRANADA, ESPAÑA

DIRECTOR: Emilio Ballesteros, e-mail: elimilio@mixmail.com
Página Web:https://sites.google.com/site/obradeemilioballesteros/


ÍNDICE DE AUTORES DEL PRESENTE NÚMERO:

SECCIÓN POESÍA:
Yahya Nurul Hudá y Teresa p. 19
Ronald Cano p. 32
Ulises Varsovia p. 36
Aleqs Garrigóz p. 40
José Delpino p. 43
José Manuel López p. 52
Juan Carlos Vásquez p. 54

SECCIÓN PROSA:
Fernando De Villena. CULTURA Y MEDIOCRIDAD p. 59
Brahiman Saganogo. SEMIÓTICA POÉTICA: análisis de “el soplo de los ancestros” de Birago Diop p. 61
Susana Nicolás Román. LA FIGURA FEMENINA EN EL TEATRO DE EDWARD BOND: THE SEA p. 71
Pedro García Cueto. LOS ESPEJOS INTERIORES de JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD p. 80
Carmen Canet. LA ESCRITURA EN AFORISMO p. 85
Ivonne Sánchez Barea.RITUALES DE SU VOZ: sobre la obra de Winston Morales Chavarro  p. 94
Jorge Verdugo Ponce. NOVELA Y CONTEXTO SOCIAL EN EL SUR DE COLOMBIA p. 108
Miladis Hernández Acosta. POIESIS ASTRAL O LA ARENA DE LOS TIEMPOS p. 126
Francisco Javier Parera Gutiérrez. UNA HISTORIA DE MONTMARTRE p. 131
Joice Fagundes Martins. De su LIBRO DE LOS SUEÑOS p. 138

SECCIÓN DIDÁCTICA DE LA LENGUA Y LA LITERATURA:

Diana Carolina Hernández Machuca.  LAS CONCEPCIONES DE LOS DOCENTES DE PRIMARIA SOBRE LA ESCRITURA: UNA TENSIÓN ENTRE EL DECIR Y EL HACER p. 143

Dulce Vanesa López Madrid. LA ENSEÑANZA DE LA LITERATURA HISPANOAMERICANA A TRAVÉS DE MATERIAS TRANSVERSALES. UN CAMINO HACIA LA LITERATURA FANTÁSTICA. “SUEÑO, LUEGO LEO”  p. 158

Rosa María Jiménez Pleguezuelos.UN RECORRIDO POR LA LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL MULTICULTURAL: PROPUESTAS DE LECTURA
 p. 171

LIBROS: p. 197
Autores reseñados:
Ricardo Menéndez Salmón

Miladis Hernández Acosta
Julio Cortázar 
Recaredo Veredas 
Álvaro García 
Juan Ruiz de Torres
Cristina Berbari 

Lina Caffarello 
Mirta Cervasco 
Marta Rotonda

Autores de las reseñas:
Cristina Consuegra, José Raúl Fraguela, Pedro García Cueto, F. Morales Lomas, Jesús Riosalido, Manuel Ruano

TEATRO:
Carmen Pombero p. 213

CRÍTICA TEATRAL: p. 230


20/7/13

LA RUTA DEL AIRE

por Argenis Osorio Sánchez
Santiago de Cuba, Cuba




Hay un ángel en la tierra, señor,
que tocó a mi puerta y abrió mi corazón

con una sonrisa inderrotable
,
hay un ángel en la tierra, mi señor.

Un ángel travieso de alas vivas

y canciones
,
un ángel que me ataca despiadadamente

y no me deja respirar
,
que se roba mis pulmones para llenarlos

de la música celeste que sale de su boca.


Hay un ángel en el cielo, señor
,
antiguo como un coro medieval

que canta en la iglesia abandonada

una canción desconocida.


No sé como reaccionar mi señor,

apiádate de mí, de mi atontado corazón

y de las estrellas que este ángel sembró cerca de mi boca

cuando entró a mi casa y a mi alma.

Qué hago, mi señor, qué hago,

siento deseos de morir, y de amar hasta morirme

a este ángel que me mira, que me sabe poca cosa,

que robó para siempre el corazón de mi corazón, señor.


Bienaventurados los que no han sentido

dentro de sí la desgranada sorpresa

de este ángel en la tierra
,
en mi casa, en mi alma, adueñándose de todo
,
deteniendo el tiempo, haciendo añicos la ruta de los aires

y dejando para siempre este sabor

a muerte y esperanza aquí en mi boca…



26/6/13

Los 50 años de Rayuela

Amamos tanto a julio


Por Amparo Osorio*

Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura,
y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua
 Rayuela (1963)

Discurrían los años sesenta, esa maravillosa y convulsionada década que marcó profundos e innegables derroteros de libertad, y que con su carga de rebeldía nos legaba los ideales de una transformación revolucionaria, postulado que nos conduciría también hacia diversas manifestaciones artísticas y vivenciales.
Tal vez París era “otra” fiesta aludiendo a la célebre novela de Hemingway aparecida en 1964. Y ese mismo París, antecesor de múltiples literaturas, cuna y sepulcro de fundamentales movimientos en todas las esferas de la creación, y a su vez emblema y bastión de algunos jóvenes escritores latinoamericanos, sería una vez más redescubierto en la libertaria imaginación de Julio Cortázar, quien nos invitaba desde su pluma lúdica a recorrer una Rayuela sin fin (contranovela) —diría el propio autor—, en un raro tejido de complejidades donde el exilio y la diáspora que enlazaban al París de Oliveira y la Maga, “Del lado de allá”, y a Buenos Aires con Traveler y Talita “Del lado de acá”, nos iban heredando trágicamente el desarraigo espiritual de pertenecer a todo sin pertenecer finalmente a nada.
Bajo su lectura tejíamos íntimamente Europa y el Sur. Su Sur, el nuestro. No importa que ya se dijera metafóricamente que los argentinos “era hijos de los barcos”. Cortázar simbolizaba Buenos Aires, y siguiendo su huella nos perdíamos en otras músicas, en otras literaturas, en otras latitudes que nos heredaban una nostalgia contenida, propiciatoria de nuestro gran eclecticismo y de la que comenzaron a hacer parte Borges y su misterioso Aleph, Gardel con su melancolía porteña, los hermanos Discépolo que secretamente ahondaban nuestras cavilaciones nocturnas; Mercedes Sosa con sus telúricas y conmovedoras canciones de protesta y Ástor Piazzola con su magistral bandoneón sinfónico.
Latinoamérica era un fortín de juventudes ávidas de sueños y desde esa perspectiva queríamos que el mundo fuera una comuna. Woodstock se convirtió en ícono de muchos de estos anhelos y su antecesor Verano del Amor de 1967 nos entronizaba cada vez más con esa Rayuela leída a tironazos y a veces a trozos. Su compleja propuesta continuaba marcándonos con su simbología de cielo inalcanzable y se instalaba cada vez más entre nosotros como una de nuestras grandes utopías.
Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto…
Pero muchos lo dimos a su nombre y en pie de amor sobre la hierba, Cortázar y su ternura se nos fueron convirtiendo en uno de nuestros grandes amores platónicos, porque en sus páginas fuimos los héroes de su propia historia. Sintiéndonos la Maga parisina o la Talita sureña, tejimos el insomnio de las noches esperando el regreso de Oliveira o las notas que se desgajarían de la guitarra de Traveler. Lloramos la muerte de bebé Rocamadour y silenciosamente hicimos el duelo perdiéndonos en esa conjura de amor que propiciaba la novela, mientras Charlie Parker y Louis Armstrong algunas veces, discurrían en nuestra monologante penumbra, arrullando las emotivas lecturas entre blues y jazz.
No importa que Oliveira hubiera sentenciado que después de la guerra la visión poética del mundo había concluido: Quedan poetas, nadie lo niega, pero no los lee nadie. Rayuela sin embargo, contraria a este pésimo pronóstico, nos continuaba dando los elementos necesarios para una búsqueda temeraria de nuestra propia voz, porque en ella se encontraban las atmósferas de imaginación y rebeldía, de deseo y amor, de cotidianidad y filosofía, de abandono y muerte, de viaje y exilio; en síntesis, de realidad real que contenían esas dialécticas imprescindibles de la palabra poética que perseguíamos.
Bajo sus páginas, íntimamente fusionábamos literaturas y músicas, imágenes y ciudades en ese nuevo surrealismo que nos propiciaba el autor y que junto a otras novelas capitales de América Latina a la vanguardia, nos dejaban conmovedoras emociones que se fueron constituyendo con el paso del tiempo en gran parte de nuestro fervoroso acervo.
Era el despuntar de aquellos “años maravillosos” como los llamarían luego algunos historiadores, pero era también nuestro despertar a una secreta educación sentimental con sus ansiosas puertas esperándonos. Era, en contrapunto con la nostalgia bonaerense, el descubrimiento de la Bohemia absoluta en el espíritu de la Chanson francesa, y así, a nuestra manera, bebiendo de los diversos cántaros, tejíamos nuestra propia rayuela barajando el ocho cortazariano que lúdicamente representábamos con las novelas del recién nacido Boom Latinoamericano (célebre a partir de 1963 con la aparición de la Ciudad y los perros), imaginando cuál de estas magistrales obras llegaría primero a la cuadrícula del cielo.
Será fácil para muchos decir que la leyeron, afirmar que carecía de argumento, que eran dos novelas en una, que el eje central era el estado psicológico de cada uno de los personajes, escudarse en las palabras del mismo Cortázar quien la definió como: «La experiencia de toda una vida y la tentativa de llevarla a la escritura», pero para centenares de hombres y mujeres de mi generación es innegable afirmar que nos legó su ternura, que bajo su égida fundamos, no el Club de la Serpiente, pero sí el de cazadores de crepúsculos, que en su magia circense recorrimos manicomios e infiernos, buscando esa quimera perdida que quizás ya aguardaba en nuestros bolsillos y que, definitivamente, por su culpa, nos volvimos Cronopios.

*Poeta, narradora y ensayista colombiana

- Con-fabulación No 283 - Colombia 

31/5/13

Los libros desdeñados por sus autores


                                                               Por José Luis Díaz-Granados*

Cuando Borges publicó Otras inquisiciones en 1952, algunos lectores y admiradores, sorprendidos por la belleza, la perfección formal y el contenido inusitado de sus textos, preguntaron intrigados si el adjetivo del título obedecía a que ya existían "unas" inquisiciones. Muchos años después, el controvertido autor porteño declaró al respecto a Antonio Carrizo en entrevista recogida en Borges el memorioso (México, D. F., Fondo de Cultura Económica, 1982):
–Sí, este libro, Otras inquisiciones, presupone un libro que yo he dejado caer... (Se refería a Inquisiciones, publicado en 1935), un libro realmente bochornoso, pero que sin embargo me fue necesario. Por eso éste se llama Otras inquisiciones, pero no para recordar el otro, sino para taparlo, para anularlo.
Ya antes había hecho algo similar con Luna de enfrente, publicado en 1925. Los libros iniciales de Borges fueron tres poemarios: Fervor de Buenos Aires (1923), Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San Martín (1929), pero siempre que tuvo oportunidad, el propio autor suprimió el segundo de las antologías preparadas por él mismo y de sus compilaciones personales.
Sin embargo, aparece en las sucesivas ediciones de sus Obras completas.
"Es el libro que yo quería omitir, pero mis editores no me dejaban ---decía---. Yo creo que sería mejor pasar de Fervor de Buenos Aires a Cuaderno San Martín y omitir ese mal paso que yo di... bueno, sin necesidad, como dijo la costurerita de (Evaristo) Carriego".
Algo similar le ocurrió a Neruda cuando conoció en España la hondura dulce de la solidaridad y la esperanza. Entonces renegó de su libro Residencia en la tierra (1933-1935), considerada por muchos su obra capital, donde se expresa en verbalidades hasta entonces desconocidas en la poesía americana y donde altera para siempre el idioma español.
Neruda había tenido noticias de que un joven chileno se había quitado la vida y en sus manos le hallaron un ejemplar de Residencia en la tierra.
Para su autor, este episodio fue una de las experiencias más amargas de su vida y desde ese momento no quiso saber más de "aquel libro desdichado". Cuando visitó Hungría a comienzos de la década del 50 y los traductores le pidieron autorización para vertir dicho libro a su idioma, Neruda rechazó de plano la solicitud: "Es poesía de la desesperanza ---expresó---poesía que no ayuda a vivir sino a morir".
Sin embargo, pocos años después, en sus Obras completas, publicadas por Editorial Losada, de Buenos Aires, Neruda dio la absolución y apareció en su totalidad el libro ninguneado.
Y así, el desfile de las criaturas literarias desdeñadas por sus propios padres, se hace interminable. Sólo hasta muy avanzada su vida, Julio Cortázar reconoció a regañadientes que antes de su primer libro oficial, Los reyes (1949), había publicado una colección de sonetos titulada Presencia (1938), firmada con el seudónimo de "Julio Denis".
De la misma manera, tuvieron que pasar muchos años y llegar mucha gloria sobre la parábola vital y literaria de Gabriel García Márquez para que aceptara la publicación de sus primeros cuentos escritos entre 1947 y 1954. Sólo dos décadas después, dio su autorización para que esos relatos fueran recogidos en libro, bajo el título de Ojos de perro azul (1974).
Pero no todos los casos de auto-omisión de una obra obedecen a menosprecio estético. En 1971, el peruano Mario Vargas Llosa publicó un voluminoso estudio titulado García Márquez. Historia de un deicidio, en el cual abordó por primera vez la raigambre profunda de la narrativa del colombiano.
Este libro se estaba convirtiendo en manual obligado de consulta para los millares de lectores de la obra del fabulista de Macondo, cuando tuvo lugar en México un incidente personal entre los dos escritores. Ello, sumado a una diametral divergencia ideológica, forzó de modo absurdo a Vargas Llosa a desautorizar bruscamente todo tipo de reimpresión, traducción y promoción de este tratado tan juicioso y tan rotundo.
Otros motivos, aparentemente comprensibles llevan a los autores a esconder sus libros y a borrar sus títulos de las bibliografías. Miguel Ángel Asturias publicó en 1923 un ensayo juvenil, El problema social del indio, con el cual había obtenido el doctorado en Derecho en Guatemala. Este libro prácticamente nunca existió, hasta cuando su autor recibió el Premio Nobel en 1967 y los estudiosos escudriñaron en las profundidades de su prehistoria literaria.
Igual ocurrió con el mexicano Carlos Fuentes. Quizás por razones meramente literarias, olvidó que tres años antes de la publicación de su primer libro narrativo, Los días enmascarados en 1954, había dado a la luz un ensayo jurídico titulado La cláusula Rebus Sic Stantibus en el Derecho Internacional.
Pero su compatriota Octavio Paz optó por decisiones más drásticas: sencillamente borró de un plumazo libros enteros de su autoría por razones políticas. En ninguna de sus compilaciones poéticas aparecen sus libros primigenios, Luna silvestre y ¡No pasarán!, en cambio autorizó la inclusión de su "Elegía", dedicada a un compañero muerto en el frente de Aragón, en España, que luego de haberlo llorado en su poema comprobó que se hallaba vivo y saludable en la Ciudad Luz.
Saramago no se quiso acordar de su primera novela, Tierra de pecado, publicada en 1947, y sus curiosos lectores no saben qué hacer para que algún viejo amigo del Premio Nobel portugués lo desentierre de alguna biblioteca privada.
El genial andaluz Juan Ramón Jiménez, con su talante perfeccionista y monomaníaco con respecto a su Obra (así, con mayúscula, como él lo escribía), ordenaba y desordenaba continuamente sus libros. Revolvía las secciones y el orden cronológico y un día decidió arbitrariamente que sus libros publicados antes de 1923 no pasaban de ser "unos borradores silvestres".          
Con la anterior afirmación desdeñaba por lo menos veinticinco libros publicados entre 1900 y 1923, entre ellos Baladas de primavera, La soledad sonora, Platero y yo, Sonetos espirituales y Eternidades, entre otros.
Sería interminable el listado de autores que por razones diversas han desdeñado uno o más libros de su autoría, pero quizás los ejemplos más extremos podrían ser: Franz Kafka, quien no contento con renegar de las pocas obras que logró ver publicadas en su corta vida, ordenó a su amigo Max Brod que a su muerte quemara la totalidad de sus manuscritos, y el poeta norteamericano Ezra Pound, quien luego de haber publicado 50 libros ---poesía, crítica y economía--- declaró poco antes de morir que su vida no había sido otra cosa que "un error".

José Luis Díaz-Granados
 (Santa Marta, Colombia, 1946). Poeta, novelista y periodista. Obras principales: El laberinto (poesía, 1968-1984); Las puertas del infierno (novela, 1985, finalista del Premio Rómulo Gallegos); Rapsodia del caminante (poesía, 1996); Cuentos y leyendas de Colombia (1999); El otro Pablo Neruda (ensayo, 2004); Los años extraviados (novela, 2006) y Fulgor de la Calle Grande (novela, 2012). Sus libros de poesía se hallan reunidos en un volumen titulado La fiesta perpetua, Obra poética 1962-2002.

- Con-fabulación Nº 279 

- E-mail: confabulacion33@gmail.com
 

30/4/13

El país de las mujeres poetas
Por José Luis Díaz-Granados*
 
 
Cuando alguien nos pregunta por los escritores uruguayos favoritos, de inmediato se nos vienen a la cabeza los nombres de Juan Carlos Onetti, Enrique Amorim, Felisberto Hernández, Mario Benedetti y Eduardo Galeano, narradores de indiscutible talento y rigor estilístico.
Pero hay más: siendo Uruguay un territorio relativamente pequeño (sólo 175 mil kilómetros cuadrados de extensión y una población de 3 millones de habitantes), su bagaje intelectual es considerable.
Allí está, asomando su cabecita entre dos gigantescos vecinos: Brasil y Argentina, que en total suman 12 millones de kilómetros cuadrados y más de 180 millones de habitantes. Y sin embargo, Uruguay tiene una tradición literaria de primera línea con nombres como Juan Zorrilla de San Martín, autor de la epopeya nacional Tabaré, José Enrique Rodó, el pensador de Ariel y Los motivos de Proteo, Florencio Sánchez, padre del moderno teatro y el insuperable maestro del cuento corto, Horacio Quiroga.
Además, dio tres geniales aportes a la literatura de Francia con Isadore Ducasse, “Conde de Lautreamont”, Jules Laforge y Jules Supervielle.
Pero no todo termina ahí. Uruguay se destaca por poseer un extraño y hermoso privilegio: es el país que más mujeres poetas (o poetisas) ha producido en el planeta con respecto a su tamaño geográfico y demográfico, y teniendo en cuenta la alta calidad literaria de sus obras.
El torrente maravilloso se inicia con María Eugenia Vaz Ferreira –contemporánea de los modernistas José Santos Chocano, Leopoldo Lugones, Guillermo Valencia y su paisano Julio Herrera y Reissig–, poeta de melancólico acento. Con su libro La isla de los cánticos, publicada después de su muerte, acaecida en 1924, logró reconocimiento universal.
Delmira Agustini, nacida en 1886, expresó sus sentimientos a través de hermosas imágenes en versos de gran perfección formal. Asesinada a los 28 años por su esposo, celoso patológico que luego se suicidó, la vida y obra de la Agustini de confunde con la leyenda.
La trilogía modernista la completa otra poetisa de audiencia universal: Juana de Ibarbouru (1895-1979), llamada “Juana de América”, y quien con su primer libro, Las lenguas de diamante, publicado en 1919, se consagró tempranamente.
Posteriormente, esa poesía inicialmente ardorosa y erótica, derivó hacia tonos de marcado acento intimista, con predilección hacia los temas domésticos: la infancia, la familia, la maternidad, la naturaleza, etc. Las tres autoras inauguran un ciclo singular, yo diría único, de mujeres poetas que logran capturar al lector hacia insospechadas dimensiones de la lírica.
Sara de Ibáñez (1910-1971), cuyo primer libro, Canto, editado en 1940, está precedido por un entusiasta prólogo de Pablo Neruda. Casada con Roberto Ibáñez –poeta de hondas indagaciones existenciales–, se destacó por su gran riqueza expresiva, en libros como Hora ciega, Artigas y Apocalipsis 20.
La poesía de Clara Silva aparece como un retorno al romanticismo dentro de estructuras de tono más libre. Y aún más vehemente es el tono poético de Idea Vilariño, aunque más inclinada a las expresiones melancólicas, a la angustia existencial y a las más exquisitas depresiones.
Por su parte, otra autora de poemas muy leída por sus contemporáneos y aún por los más jóvenes, es Ida Vitale –nacida el año en que murió María Eugencia Vaz Ferreira–, preocupada por el misterio del tiempo y del ser, que a veces la lleva a inclinar su sentimiento hacia cierta elación mística. Cada uno en su noche, es su libro capital.
Son muchas y diversas las voces líricas del Uruguay, el país más pródigo en mujeres poetas. Algunas de ellas son también narradoras como las muy conocidas Cristina Peri-Rossi, Silvia Lago, Judith Baco, Raquel Martínez, Mercedes Rein y Rosario Peyrou.
No sé si Ana Basualdo sea poetisa, pero el fusilamiento invisible de que fue víctima en el Uruguay de los 70 contado por Eduardo Galeano en sus Días y noches de amor y de guerra, la han convertido a ella no sólo en leyenda viva sino en desgarrador poema.
María Esther Gilio, también periodista y narradora, ganó el Premio “Casa de las Américas” en La Habana, con su vigoroso testimonio sobre la guerrilla tupamara. Otra uruguaya, María Gravina Telechea, también ganó el codiciado galardón cubano con su libro Lázaro vuela rojo, que en opinión del poeta español Ángel González, sorprende “por su dominio pleno del lenguaje y así mismo por la belleza y vigencia del contenido”.
Y la cosecha de belleza lírica sigue creciendo con nuevos libros de la delicada y original Amanda Berenguer –contemporánea de la Vilariño–, Marosa Di Giorgio, Adriana Genta, Sara Larocca y Stella Santos (estas tres últimas más dedicadas al teatro), Esther de Cáceres, Circe Maia, Cristina Carneiro y Martha Canfield, uruguaya que vivió muchos años en Colombia y que actualmente escribe profusamente poesía y crítica en la divina Génova.
Estoy seguro de que en las antologías de la novísima poesía del Uruguay abundan las mujeres con textos maravillosos. En fin, algo muy especial debe tener un territorio tan pequeño para que en él habiten quienes a un mismo tiempo son poetas y poemas.

José Luis Díaz-Granados
(Santa Marta, Colombia, 1946). Poeta, novelista y periodista. Obras principales: El laberinto (poesía, 1968-1984); Las puertas del infierno (novela, 1985, finalista del Premio Rómulo Gallegos); Rapsodia del caminante (poesía, 1996); Cuentos y leyendas de Colombia (1999); El otro Pablo Neruda (ensayo, 2004); Los años extraviados (novela, 2006) y Fulgor de la Calle Grande (novela, 2012). Sus libros de poesía se hallan reunidos en un volumen titulado La fiesta perpetua. Obra poética, 1962-2002 (2003).

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